miércoles, 28 de mayo de 2008

4.2.2. La ética en las instituciones educativas


En los últimos cuatro lustros han ocurrido importantes acontecimientos históricos y grandes transformaciones económicas, políticas, sociales y culturales que han tenido un reflejo en todas las estructuras socioculturales, por supuesto, en las ciencias, en particular, las sociales. La imposición del neoliberalismo en el área latinoamericana y el desarrollo científico- técnico y tecnológico planteó sus nuevas exigencias a las teorías sociales.

Como consecuencia de hechos tan singulares como la disolución de la URSS y la desaparición de las democracias populares, se produjo en gran desaliento sobre todo en los países del Tercer Mundo que mantenían la esperanza de una sociedad más justa.

Las ciencias sociales se refugiaron en un gran escepticismo, subjetivismo y existencialismo, dando paso a la discusión entre la postmodernidad y la modernidad con sus diferentes acepciones. Una de ellas- la más agresiva- es la que considera a la modernidad como una época acabada y da paso a la postmodernidad, que considera en primer término a los grandes sistemas filosóficos- metarrelatos- en crisis, reivindicando la "diversidad", el pluralismo indiferenciado de ideas, es decir, volver a los fragmentos, la dispersión, al eclecticismo ideológico. El metarrelato es sustituido por el llamado "diálogo agónico".

En la actualidad, las consecuencias de todo este panorama se constatan en: la arremetida de los Estados Unidos por penetrar en América Latina, la descomposición de las sociedades latinoamericanas como resultado de la política neoliberal asumida, la ingobernabilidad de la sociedad civil y el aumento desmedido de la violencia.

En este panorama, la Universidad, como institución social, ha estado sometida también a diversas tendencias y políticas que caracterizan el último cuarto del siglo XIX, y también, para ello la época ha devenido crisis por lo que ha sido objeto de serios cuestionamientos. El debate contemporáneo sobre la Educación Superior es más complejo que el que vivió en décadas pasadas y, como dijera Rollin Kent en 1996, en la Conferencia Regional sobre políticas y estrategias para la transformación de la Educación Superior en América Latina (celebrada en La Habana, 1996) "…ahora encontramos una Universidad que critica a la Universidad, una Universidad que debe rendir cuentas frente a públicos externos, y un sistema de educación superior donde actores tradicionalmente excluidos (bajo el concepto de autonomías) ahora son copartícipes o hasta protagonistas del cambio"

¿Qué papel corresponde entonces a la Universidad en el presente milenio en que la humanidad ha entrado en un proceso acelerado de cambios manifestados en todas las esferas del quehacer político, económico, social, científico y cultural?

El diseño de estrategias futuras deberá descansar en alternativas de desarrollo humano sostenible basadas en la equidad, la justicia, la libertad y el amor como ingredientes de una verdadera cultura de paz. Pero, ¿están en condiciones los países del orbe para enfrentar los nuevos desafíos con el legado angustioso que nos dejó el siglo y milenio anterior, sobre todo a los países del llamado Tercer Mundo? Para América Latina y el Caribe, cada vez más pobre y marginal, con excepción de las minorías privilegiadas, y, sin embargo, sumamente rica en recursos naturales, ¿será posible el cambio y la transformación cuando la riqueza de las naciones se ciñe más al conocimiento y la información?

Creo que el desempeño futuro de las Universidades, invertidas al imperativo de la globalización, dependerá de la reformación de sus estrategias y alternativas para poder enfrentar la necesidad de su inserción en la vida económica, política, cultural y social de nuestros pueblos.

En Cuba, como en toda América Latina, nuestra Universidad heredó de la colonia y del período pseudorrepublicano, los rasgos que identifican este tipo de enseñanza, basada en la burocratización de la misma, con la reducción de su matrícula, representante de las clases dominantes, al permanecer invariables las estructuras fundamentales de la sociedad, perdurando su condición elitista hasta el intento revolucionario de Mella y Villena al fundar la Universidad Popular "José Martí" y más tarde, con el advenimiento del proceso revolucionario llevado a cabo a partir de 1959, expresado en la Reforma universitaria de 1962, lo que marcó una diferencia sustantiva con respecto al resto de los países del área, propiciado además por el impacto del nuevo orden social y del proceso democrático y radical llevado a cabo por el Estado Revolucionario.

Fuente:
Carrillo, Nery. Ética y Cultura: un reto para la Universidad del nuevo milenio.
Obtenido en Mayo 28, 2008, de http://www.monografias.com/trabajos46/etica-y-cultura/etica-y-cultura.shtml

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